Charla con la escritora argentina Laura Labella alrededor de su novela “Una mujer de paso”, publicada en 2023 por Hugo Benjamín Editorial.

Ximena Santaolalla: Hola, bienvenides a La Cova. Hoy tenemos aquí a Laura Labella. Ella es una escritora y lingüista argentina, nacida en Buenos Aires; tiene una maestría de escritura creativa por la Universidad de Nueva York, y escribió la novela “Una mujer de paso” bajo el sello Hugo Benjamín, publicada en 2023. Bienvenida Laura.

Laura Labella: Gracias. Gracias por invitarme, Ximena.

Ximena Santaolalla: Hace tiempo recomendé esta novela en La Cova porque me encantó y tiene muchos temas femeninos que a mí me encantaría platicar hoy con Laura. Les cuento un poco de la novela. Está escrita en primera persona. La voz es de Micaela, una mujer argentina en sus 40 que vive en Buenos Aires con su hijo de 6 años. Ella está separada de un hombre americano y decide volver a Boston, de donde es su ex pareja, para que su hijo pueda estar cerca de su padre. Al volver, nos damos cuenta de muchas cosas del personaje principal. Para empezar, intuimos por qué se dio la separación de su ex marido. Aparentemente, Micaela se sentía rechazada o poco vista. Al volver a Boston, retoma la ilusión de tener algo con él y se vuelve a poner en una situación vulnerable en donde vuelve a sentirse rechazada. Vemos una cierto colapso de su identidad y un profundo dolor. Con mucho humor, Laura empieza a contar cómo Micaela empieza a buscar otros caminos. Por ejemplo, conoce a un joven de 25 años con quien tiene una relación amorosa. Hay momentos en donde tiene dudas. Se siente poco atractiva, incómoda con su cuerpo. En otros momentos, se siente más segura. Y creo que parte de la escritura contiene mucho humor a pesar de los temas dolorosos. Laura, cuéntanos sobre el momento en el que te diste cuenta de que esta novela, este proyecto, se estaba encaminando hacia el tema más personal de sentirse perdida en la identidad y sobre la reconstrucción de Micaela, que creo que es un tema central en esta historia.

Laura Labella: Bueno, es interesante ver qué capta cada lector de lo que una escribe y escucharte me hace leerme de otra manera también. No es que no tuviera eso en mente. Pero esta novela surge por otros motivos. Lo de la reconstrucción de las mujeres es un tema que me convoca muchísimo. Muchísimo. Me doy cuenta que quizá desde chica observé a mi madre en un proceso de reconstruirse. Si bien no es la historia de mi madre, yo saqué muchos rasgos suyos para quizá comprender algo que me costaba entender en su momento. Y yo escribo para entender, para ordenar, para imaginarme o para plasmar, para crear situaciones que me hubiera gustado tener pero que no pasaron. Esta novela surgió hace muchos años cuando yo me tuve que volver a Estados Unidos. Yo vivía acá en Buenos Aires, donde estoy ahora, y en ese momento tenía que volver a Estados Unidos. Yo ya había vivido ahí, pero tenía que volver por cuestiones laborales de mi marido y no tenía ganas. Estaba escribiendo y siempre trabajé con idiomas, lenguas, porque soy traductora. Traducciones infantiles y demás. Pero la narrativa la empecé más tarde, cuando ya había tenido hijos. La cuestión es que, volviendo a Estados Unidos, mi idea era escribir una novela sobre una abuela mía. Me convocaba mucho, porque se trataba de esta cuestión de cómo reconstruir a una persona caída; yo no la conocí y quería inventarla. Bueno, entonces yo trabajaba acá con Alejandra Laurencich, que es una gran escritora argentina.

Ximena Santaolalla: Tu libro tiene un prólogo de Alejandra Laurencich.

Laura Labella: Sí, Alejandra es mi mentora, mi guía, Alejandra me enseñó todo lo que sé de narrativa. O sea, fui también sacando cosas, tuvimos nuestra maestría y todo lo demás, pero realmente el corazón, lo central, viene de ella. Y entonces, bueno, yo le dije a Alejandra: “voy a escribir esta novela, te voy mandando, vamos trabajándola juntas”, y bueno, empecé a escribir pero me costaba meterme en una historia que pasaba en los años 40 y 30, era como que tenía que escribir histórico. Era mi primera novela, y me estaba mudando con hijos pequeños. Entonces nada, siempre encontraba excusas y le escribía a Alejandra largos emails contándole todas las excusas posibles para no estar escribiendo la novela de mi abuela. Y ella empezó a decirme que le interesaban más los emails sobre mi vida en Estados Unidos, que la historia de mi abuela. “Escribí la novela sobre eso” me decía Alejandra. “Pero esto es mi vida”, decía yo. “Inventate un personaje y dale esos lugares”, decía ella, y bueno, ahí surge Micaela, que me la inventé y cuando una inventa, empieza a sacar un poco de cada lugar. La ponía en distintas situaciones que tenía alrededor y todo eso reflejaba mucho la vida, porque en realidad a mí lo que más me convocaba era contar la vida en Estados Unidos; cuando me mudé a Estados Unidos, yo tuve un schock cultural grande y siempre vivía analizando el por qué. Por qué es que yo no estaba tan cómoda si ese país es tan maravilloso según el mundo entero. ¿Por qué?, Por qué yo hago esto, por qué ellos hacen lo otro, y eso me hacía mucho ruido y necesitaba ponerlo en el papel, entenderlo, ordenarlo, y a la vez también construir un personaje que se iba construyendo, se caía, se rompía, se reconstruía.

Ximena Santaolalla: Entonces digamos que este personaje de tu abuela, que después ya no fue esa novela, traía ya el tema de la reconstrucción femenina. Y creo que ese es un tema muy universal. Las mujeres que yo conozco, de las que he leído y de las que sabemos por libros, por entrevistas, por intuición, creo que tenemos ese tema de tenernos que reconstruir. Pero reconstruir ¿de qué? No todas tenemos la misma vida, no todas tenemos las mismas experiencias. Y aún así, creo que sí compartimos esa necesidad de reconstrucción.

Laura Labella: Sí. Qué buena pregunta. Quizá reconstruirnos de la dependencia con lo masculino, de esta cuestión que se nos ha dicho. Bueno, yo soy de otra generación anterior también. Entonces, reconstruirnos de que creemos no somos completas si no tenemos ese otro lado, si no está el lado masculino que nos completa. Lo cuál es absurdo. Ya hay algo de eso que yo pretendo sacar en Micaela, que ella logre ser completa y después elegir qué es lo que quiere y con quién quiere estar, no más que sentirse una mitad y siento que eso es una cosa que se va como construyendo, que la mujer, si bien siento que las nuevas generaciones están más hechas a eso, pero creo que va a llevar años y años y años sacar esa idea. No somos la mitad, somos todo. Además estaba en un lugar donde también la extranjería la cortaba, la dividía.

Ximena Santaolalla: Hablando como mujer heterosexual cisgénero, y pienso, Micaela, también es una mujer heterosexual cisgénero, y ahí pareciera que esa otra mitad también tiene que ver con el otorgamiento de una aprobación de nuestro aspecto, de nuestro valor intelectual, incluso de perdonarnos la edad que sea que tengamos, porque aquí eso está está muy bien retratado cuando ella tiene esta relación con este hombre de 25 años. Hay un tema con la edad, cosa que al revés es más difícil que suceda, ¿no? Si la chica tuviera 25 y el hombre tuviera 40 y algo.

Laura Labella: Claro.

Ximena Santaolalla: Entonces ahorita pensando en cómo eso se va trasladando a otras áreas. Y hay todo este discurso en las redes sociales; podemos postear lo que queramos, ser quienes deseamos ser. Nadie nos puede decir nada si queremos salir sin ropa o con ropa, con tal look o tal discurso, pero se empieza a volver un tema de likes y de aprobación de entes que no están definidos.

Laura Labella: Sí, que te complete el mundo. Hay algo de no poder ser entero si no tenés las miradas, es verdad. Hoy en día, también hasta se amplió. No es esa mirada masculina, femenina, lo que sea, porque no, no lo quiero poner con sexo, no tiene que tener la genitalidad, pero tiene que haber la mirada del otro y siempre tiene que haber algo que nos completa, ¿no? ¿y por qué no podemos estar más llenos o llenas de nosotros mismos? Y pareciera que es a propósito que cada vez nos vaciamos más de eso cuando deberíamos haber aprendido en este punto de la evolución a bastarnos emocionalmente.

Ximena Santaolalla: En ese sentido, creo que sí eso es un tema tanto de hombres como de mujeres, y de género neutro, de cualquier ser humano, me parece que hay algo en nosotras, como mujeres heterosexuales que buscamos la aprobación específicamente de los hombres. O por lo menos a mí me pasó durante muchos años.

Laura Labella: También está la mirada femenina como competencia, para que no se la miren a ella, me miren a mí. No digo que los hombres no tengan también sus cargas, porque eso también me interesa verlo y, sobre todo hoy en día, como madre de varón una se pone un poco más empática y me doy cuenta que tampoco la tienen fácil, aunque el mundo ha sido más de ellos, pero pero también hay cargas y mandatos que no deberían ser así. Y bueno, sin querer spoilear, en la la novela se me mezclan también todas esas cosas. No llega un momento que, a propósito, ahora que lo estamos hablando, quise mezclar un poco todos esos lugares, a ver qué pasaba, cuando el femenino se pone masculino, cuando lo masculino se pone femenino, todo intercalado. Eso.

Ximena Santaolalla: La novela toca muchos temas. Habla de de vivir en otro país, estar lejos de lo que sentimos que es nuestra casa, Buenos Aires. El tener que adaptarnos a costumbres que no son nuestras como ese dicho de “donde fueres, haz lo que vieres”. Y pensando en Argentina, y yo, que soy mexicana, con Estados Unidos hay muchos choques culturales de los que también hablas en la novela. Hablas de la dificultad de hacer amistades; por ejemplo, yo no he podido, ahora que he estado viviendo en Nueva York 5 años, todos mis amigos y amigas son, o de Latinoamérica o de España, y no, no tengo amigos americanos.

Laura Labella: Vos ahora tocas este tema de los amigos. Y sí, para mí fue un un tema muy, muy fuerte, muy difícil de llevar en Estados Unidos. Todos en general, los latinoamericanos tenemos esta manera de bueno, también españoles, latinos, de armar redes que nos arropan, todos juntos. Yo entendí que en Estados Unidos la apuesta está a un sistema que los ampara Nosotros no. Siento que nuestro sistema, por quizá lo caóticos que somos, no nos funcionan tanto. Tenemos que darnos la mano. Es más una cosa horizontal, no vertical. Y yo eso lo sufrí mucho, mucho. Por ejemplo, esto nunca lo dije, pero Lucy es un personaje que yo adoro, amo a Lucy, lloré cuando tuve que poner cosas tristes de Lucy, eso que te lo crees tanto, tu personaje que escribiste. Y después decís, qué tonta que soy, no existe, pero existía tanto, pero era un personaje que no existió y que yo hubiera deseado en mi vida, pero muchísimo. Siempre quise tener una amiga así de cercana. Bueno, así como vos tengo amigos latinoamericanos a través del mundo de la traducción, hice muchos amigos por teléfono porque yo fui como medio pionera de la virtualidad, las cosas me las mandaban y yo trabajaba desde mi casa. Siempre trabajé desde mi casa, pero entonces era gente de lejos. Pero yo no tenía esa amiga que estaba al lado de mi casa con la que decía “vení que tengo una pata de pollo, y tengo un tomate, hagamos una cena”, y siempre anhelé eso. Y a lo mejor lo proponía, pero quedaba raro. Esa es otra de las cosas que me pasaba. Por eso esta novela quedó en el cajón por muchos años. Además de tener 430 páginas, porque yo escribía, escribía, escribía.

Ximena Santaolalla: Le quitaste más de 100 páginas.

Laura Labella: 250 tiene ahora, saqué muchas cosas, pero bueno, para mí está bien igual. La puse en el cajón porque siempre sentí que iba a quedar un poco desagradecida, Estados Unidos me dio muchas cosas. Me dio trabajo, me dio a mi marido, vivimos muchos años de felicidad, mis hijos. Y entonces no quiero quedar como desagradecida, a mi familia política también. Y no fui nunca con la pata de pollo y el tomate al lado. Pero más o menos, y me miraban como diciendo ¿a qué viniste? Y yo venía solamente a estar. No había una finalidad. No había una productividad. Y una de las cosas que me pasó es que yo hice algunos tratamientos para quedar embarazada. Y hubo muchas cosas con el tema médico, y yo sentía que las enfermeras eran las personas que más me cuidaban. Era su trabajo en definitiva, pero yo sentía que me arropaban, eran las americanas que me arropaban y como yo quería que me arropasen, me salió en el papel. Esa es Lucy, la amiga americana que yo hubiera querido tener.

Ximena Santaolalla: Volviendo a lo de la pata de pollo y el “aquí estoy, hagamos algo”, dijiste que no ibas a casa de la gente con una intención específica para algo productivo, ibas simplemente para estar. Eso me hace pensar en estos anuncios, estas señalizaciones que hay tanto en Estados Unidos de “no loytering”, que está prohibido quedarte ahí sin un objetivo. Entiendo que eso viene de una intención racista de poder detener gente y echar gente que los blancos no querían que estuvieran en sus barrios, pero me hace pensar en que siempre debe tenerse un objetivo, hay que ser productivos. ¿Cómo lo viviste?

Laura Labella: Lo lloré. Lloré, lloraba y el pobre que se ligaba todo era mi marido, porque parecía que le venía a reclamar “mirá dónde me trajiste”, que también está mal. Estamos hablando de esa otra mitad. ¿Quién se trajo a dónde? Entonces eran mil charlas de decir, pero ¿por qué? Me pasó que cuando yo llegué a Dallas tuve que quedarme sola, era mi primera vez en Estados Unidos, me casé acá y me fui, me quedé como 3 meses sola porque a mi marido lo mandaron a trabajar a otro lado y demás. Bueno, recuerdo que yo vivía como en un complejo de edificios. Entonces dije, mi posibilidad de conocer a alguien es los vecinos, ir a la piscina, y un día hicieron happy hour. Y entonces me fui. Me puse con mi vasito toda la semana, pensé cómo qué ponerme, cómo vestirme. Yo era joven en ese momento. Y bueno, llegó el día. Llegué con el vasito, preguntaba a la gente para entablar conversación, y la gente se queda callada. Bueno, ya conocemos, es otra cultura, son más tímidos. Lo que quiero decir es que no los quiero condenar porque no hay blanco y negro, no quiero hablar desde ámbitos binarios, pero son como súper ordenados y productivos, y la fiesta era preciosa, estaba toda muy bien organizada. Pero bueno, la cuestión de la charla… Estuve un rato y ya no aguantaba más porque nadie me hablaba y me volví a mi casa y me miré al espejo y dije: Laura, si no volvés… Tenés que volver, porque esta es tu oportunidad de hacer amigos. Bueno, volví y estaba ya todo el mundo entonado porque tenían varios tragos de más. Entonces todo el mundo me incluyó y terminé con un montón de, en ese momento, tarjetitas de esto y del otro. Amigos, cien mil amigos. Bueno, le conté a mi marido y le dije, ay con ese montón de gente vamos a ir acá y vamos a invitar a comer a tal y a tal. Bueno, y ahí empecé a recibir llamados en los días sucesivos de alguien que vendía aspiradoras, de una chica que hacía depilación, y todos esos. Y con la chica que hacía la depilación habíamos hablado. Me dijo, si querés yo te depilo. Bueno, ya está, y un día voy a la casa de esta chica, pero pensé que me había invitado a la casa a platicar. Y cuando llego, me dijo “por qué usás jeans en vez de Shorts”, y  yo “no sé por qué”, y me dice “no, para depilarte”,  “es que no vine a depilarme” y dice, “Ah, entoces ¿a qué viniste”

Ximena Santaolalla: Pues a platicar….

Laura Labella: Bueno, ese fue como mi bautismo de fuego en Estados Unidos. Y ahí comprendí con el tiempo, también, pero no es tampoco una maldad, sino que ellos mismos se auto condenan si no hacen algo productivo, si no trabajan. Y es también por religiosidad. En el mundo protestante hay que ser productivo, hay que hacer, hay que servir a Dios desde ese lugar, haciendo. Entonces se pierde tiempo con el ser, si no se hace. Ser solo, no sirve, me parece, para esa cultura. Y a nosotros nos cuesta mucho, mucho.

Ximena Santaolalla: Hay muchos malentendidos, no es mala intención. Simplemente estamos hablando otro idioma.

Laura Labella: Recuerdo haber hablado de esto con mi marido, y él me dice “escribilo, escribilo” y escribi. Encontré una manera a través de Micaela, ahí podía mostrar todas esas cosas. Así que le agradezco a Alejandra Laurencich, que se haya interesado en eso que a mí me incomodaba.

Ximena Santaolalla: Algo que me gusta mucho de tu escritura, y no solo de esta novela, porque, bueno, Laura y yo estamos en el mismo taller literario, llevamos varios años juntas y he podido leer bastante de su trabajo, entonces algo que me gusta mucho es que tienes una facilidad para el humor. Para hacer reír. Y quiero saber, porque es algo que a mí me cuesta, si lo has practicado y trabajado, o simplemente se te da.

Laura Labella: A mí el humor me salvó, fue mi manera de salvarme de la tragedia desde chica. Yo prefería reírme, quizá por orgullosa. Mi papá se fue de mi casa cuando éramos chicos, y era un momento en que las mamás no se separaban y no había divorciados. Y bueno, yo era como distinta. Y entonces me hacía la que me reía de que inventaba cosas. Hagamos un minuto de silencio, porque no está mi papá” y todas mis amigas. Ay: sí, minuto de silencio. Ja: Ja: Pero era una manera de salvarme de eso, que era trágico, porque no quería yo que tuvieran pena de mí, creo. El humor siempre me salvó de lo que me dolía. Me gusta reírme de mí misma. También me gusta ver el mundo como un gran absurdo. Me encanta ver el absurdo de la vida. Amo ver el absurdo porque es absurda la vida. Y quiero reírme de eso porque si no, lo sufro. Y me gusta reírme a carcajadas. La gente con la que más disfruto estar, es la que se puede reír de esa ridiculez, de las ridiculeces que una hace y ver ese lado B porque es idiota. Es como tratar de mostrar un lado que siempre hay y que a veces es mucho más grande. No sé, me sale. Pero hay peligro en eso también porque puedo banalizar, reírme demasiado de cosas que en literatura ameritarían una profundidad. Es un riesgo para mí, a veces es una desventaja. Me escabullo.

Ximena Santaolalla: Claro, a mí me parece una gran ventaja, porque es algo de lo que carezco, pero entiendo lo que dices; demasiado de eso puede restar a ciertos momentos que no lo requieren, que serían más valiosos sin ese lado.

Laura Labella: Caricatura, sacar la caricatura, la estándapera. Hubo quien me dijo una vez “sacame la estándapera de acá”.

Ximena Santaolalla: Oye. Y ahora que dices de lo absurdo de la vida, me encanta cómo Micaela a veces hace lo que la va a llevar a sentirse peor, cuando intenta sentirse mejor, ¿no? Y creo que eso nos pasa a todos a veces, es como muy universal.

Laura Labella: Sí, la anti antihéroe, la antiheroína, sí.

Ximena Santaolalla: Y la hace muy humana y más entrañable también, porque no sé, yo me identifico, y yo creo que muchas mujeres se van a identificar.

Laura Labella: Ese era otro problema en Estados Unidos, el exitismo. Creo que en algún momento lo dice, no, que hay que contar éxitos. Y yo me acuerdo de hablar con gente y el 20 por 100 de mi vida es éxito. El 80 es fracasos, lucha, O sea, no hay tanto para contarte de éxito. Entonces, si nos contamos solo el ese 20, nos quedamos cortos en en intimar. Son los lugares que nos unen, la humanidad es lo que nos une, las otras cosas. Lo que realmente nos hermana es la la humanidad, que es lucha y que es fracaso y fracaso hasta gracioso. Eso. Obviamente que ciertos temas ameritan, por ejemplo, si me pongo a pensar en tu novela, no, eso es muy trágico, y eso en eso. Xime, no cabía el humor, aunque qué sé yo. Hay ciertos momentos que vos mostraste el otro lado también de la otra persona. Y hay un lado blando.

Ximena Santaolalla: Te quiero preguntar algo que que tiene que ver con tu escritura y tu proceso a la hora de, por ejemplo, cuando tuviste que cortar casi la mitad de esta novela y tiene que ver con que probablemente te pase, y creo que seguramente a a todos ya todas nos debe de pasar cuando escribimos a a quienes escribimos. Y es esta sensación de que lo que estás escribiendo es obvio. Todo el mundo ya lo sabe, no tiene ningún interés y entonces pensar que habría que borrarlo porque, pues para ti, es obvio porque tú lo estás escribiendo, entonces tú lo conoces.

Laura Labella: Reconocer lo que sobra. En eso Tenemos una escuela. La escuela Alejandra Laurencich.

Ximena Santaolalla: Jajajaja.

Laura Labella: Cuando yo hacía traducción de textos infantiles, y bueno, mis traducciones legales porque yo soy traductora legal, entonces claro, todo lo legal es un floripondeo y yo venía con eso. En un momento empecé a trabajar con una colombiana, una gran editora que me enseñó a cortar para los niños. Los niños necesitan un lenguaje simple. Hay que ir al grano. Y me entrenó para para dejar lo que se necesitaba sin decir nada más. Pero después, en la escritura, yo no sé los textos ¿cuántas pasadas tienen? A mí me encanta editar, yo amo editar. Me cuesta avanzar en la historia, pero una vez que ya tengo eso, me siento tranquila, porque lo demás es cortar y cortar y cortar y cortar y cortar hasta dejarlo limpio. La novela estuvo en el cajón 3 años y y cuando la saqué, yo ya tenía otra idea de lo que quería decir. Y mucho sobraba, decía, sobra, sobra, sobra. También tienes otro lado que no, no corras, no corras. Quédate.

Ximena Santaolalla: Y cómo has logrado una seguridad en ti de decir “esto sí vale la pena escribirse y vale la pena compartirlo”. Cómo logras vencer las duda.

Laura Labella: Me lo arrancan. Basta, es hora de entregar. Vamos a sacarlo del cajón o algo así, porque si no, no. Le falta, le falta, le falta, siempre le falta, y siempre le falta, y eso hace sufrir. Eso es un gran desafío. Tocaste un tema que a mí me cuesta mucho, y creo que ya a mi edad tengo que empezar a aprender a soltar. La gran difusión de mi obra no es mi meta. Yo lo que quiero es decir bien. Mi meta es decir bien, quien lo lea, que me da mucho placer cuando me leen, pero más que la lectura de otros es el poder sentir la satisfacción de quedarme tranquila con lo que dije. Y lo que vos decís, ¿cuándo es el momento de ya está? No sé, pero creo que llega el momento. Tengo que editar mucho. Y las lecturas de otros. O sea, yo no escribo sola. Nunca. Yo amo escribir con otres. Envidiaba a los músicos porque crean juntos y tanto debo haber dicho que mi hijo es músico y toca en una banda. Debo haberle puesto eso. Qué lindo sería ese poder. Yo a mí me gusta crear en grupo, sabes, y vos también, ¿no? Volvemos al punto de partida.

Ximena Santaolalla: Pues mi última pregunta es ¿en qué estás trabajando ahora?

Laura Labella: En una novela que tiene que ver con con maternidad, con el nido vacío. Mis primeros borradores deben tener 5 años y me doy cuenta que tenían una dirección que no era la que yo quería. Estoy reescribiendo una historia que creí terminada y que a medida que voy reescribiendo, me doy cuenta de que me va llevando para otros caminos relacionados con tratamientos de reproducción asistida. Creé a un personaje que se llama Eva, es una mujer viuda que tiene una hija que se fue a mochilear por el mundo; Eva es Argentina y vive en Estados Unidos; en un momento dado, recibe un email de una persona que dice ser su hijo derivado de un embrión congelado. Cuando una hace reproducción asistida, se crean varios embriones, se colocan y se congelan. Eva pensaba que habían eliminado a los restantes; los había donado para la ciencia, y ahora aparece un ser inesperado.

Ximena Santaolalla: Yo, en mis en mis prejuicios, siempre que me imaginaba una situación similar pensaba en un hombre, que un hombre habría donado esperma y que luego le llamaba alguien y le decía: oye, eres mi mi padre; pero nunca había pensado en la situación que estás planteando, una mujer a la que le llaman para decirle “Eres mi madre biológica”.

Laura Labella: Y la repercusión también en quiénes son producto de esas donaciones que buscan su identidad. Quiero explorar un poco eso también. Son muchos focos. A mí me pasa, cuando escribo, que quiero explorar muchas cosas. Se ramifica demasiado. Así que, bueno, este es otro de los temas que estoy explorando en el taller con un grupo de otras 5 mujeres maravillosas con quien la pasamos muy bien. Y es muy lindo. Ese es el intercambio. A mí lo que me gusta mucho es el tema a través de las fronteras, porque somos todas latinas, pero cada una trae lo suyo y las miradas transgeneracionales también. Es muy enriquecedor, hermoso. Soy la más feliz en este taller Tenemos nuestras actividades en nuestros respectivos lugares y nuestras redes y nuestras cosas. Y a veces cuesta sostenerlo, pero es esa ventana al mundo que una no quiere perder.

Ximena Santaolalla: Vale la pena. Laura, muchas gracias por contarnos todo esto. Gracias por tu tiempo para La Cova y ojalá podamos volver a charlar en el futuro.

Laura Labella: Amo. Amo. Amo este proyecto de La Cova. Así que nada. Gracias. Infinitas.

2 DE MAYO DE 2025

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Irma Gallo