Yásnaya Aguilar: “Solo puedo enunciar mi color favorito en mi lengua materna”. Entrevista en torno a Ää: manifiestos sobre la diversidad lingüística” publicado por Almadía

Por: Natalia Consuegra y Juan Camilo Rincón

Foto de la autora: cortesía de Editorial Almadía

Con frescura, sin adornos, y descorriendo el velo de los eufemismos a los que tanto recurrimos para justificar la supremacía del español como idioma nacional de varios países latinoamericanos —y, de paso, el imperio de las culturas opresoras—, Yásnaya Aguilar defiende el valor de la pluralidad de los pueblos y las comunidades junto con sus lenguas, tan ricas y diversas como amenazadas y segregadas.

 

La lingüística es política, sí. Las realidades culturales son complejas y contradictorias, aunque a veces lo olvidemos. La escritora, traductora, activista de derechos lingüísticos e investigadora mexicana Yásnaya Elena Aguilar Gil, integrante de Colmix, colectivo dedicado a la investigación y difusión de la lengua, historia y cultura mixe, nos lo recuerda entre tuits y blogs, en ensayos y libros colectivos, desde asuntos como la violencia de los Estados contra las lenguas y los procesos de autonomía de las comunidades, hasta las macrocategorías ideológicas que intentan uniformar pueblos y naciones.

Sus manifiestos son proclamas que reivindican la importancia del disfrute de la lengua, reconocen la comprensión de la identidad con sus contrastes, enfatizan en la existencia de lenguas minorizadas (no minoritarias), reclaman por la manera en que los derechos lingüísticos son violentados constantemente, y nos recuerdan que la idea de raza existe como categoría social e ideológica que opera y ordena, generando privilegios y opresiones.

 

Desde el prólogo usted habla de ciertas palabras (las pone entre comillas) para llevarnos a cuestionarlas y problematizarlas como conceptos que se han manoseado y viciado mucho (por ejemplo “mestizas”, “nacional”, lo “indígena” o afirmar que los pueblos indígenas son la “raíz” de la identidad cuando, como usted bien lo afirma, es la negación efectiva de la nación mexicana).

Yo creo que eso nace por mi deformación como lingüista. Me interesan mucho las palabras, lo que significan y cómo esos significados van cambiando. Supongo que ocurre también porque el español no es mi lengua materna; yo recuerdo el proceso de adquirirlo y todavía tengo ciertos rastros de mi lengua que se asoman. Por eso me interesaba mucho saber qué significan, a qué se refieren. Hay muchas palabras que usamos a la ligera y eso tiene que ver con una intención; no es una responsabilidad personal, sino que hay todo un sistema, el entorno, el espíritu de una época, por así decirlo, que hace que las usemos de ese modo porque así ha sido socializado.

Uno de los conceptos que más subraya es el de identidad.

Me interesa mucho ver cómo ha ido cambiando y a qué se refiere. Siempre sospecho cuando no puedes definir algo. Es una palabra que se utiliza mucho en la antropología y en el caso de nuestros países, donde el discurso del mestizaje es tan fuerte, también me interesa mucho saber de dónde viene, el por qué de su origen, cómo se concibe y cómo opera. Yo creo que siempre hay que preguntarse: ¿Por dónde vino? ¿Cómo se configuró? ¿Para qué se está utilizando?

Otro asunto que usted problematiza son los mitos que sostienen el monolingüismo hegemónico. ¿Cuáles son esos mitos que todavía en el siglo XXI estamos pensando de manera muy colonial?

Respecto a la conformación de los Estados-nación tenemos muy introyectado pensar que el mundo siempre ha estado dividido en países. No sé cómo sean los libros de texto de historia de acá, pero en mi país siempre se habla del México prehispánico, como si México existiera antes, desde siempre, tipo: Dios dijo que tenía que existir y ya. En realidad tiene muy poquito tiempo de existencia esta entidad; incluso la silueta en el mapa es algo muy nuevo. Uno se pregunta entonces: ¿Quiénes crearon esas entidades? No fue una convención donde el pueblo embera o el pueblo wuayúu y los criollos que estaban acá se sentaron alrededor del fuego y dijeron: ¡Vamos a crear Colombia! En realidad fue una minoría, un sector muy pequeño y privilegiado que venía de la tradición colonialista. Si vemos la conformación y la creación de nuestros Estados nacionales no como la interrupción del régimen colonial —tal vez sí de la Corona española—, sino como la continuación e incluso el perfeccionamiento de la opresión colonial, creo que podemos entender mejor todo esto. El hecho que el mundo esté conformado por estos —aproximadamente— doscientos países es bien interesante respecto a cómo cada estructura de poder actualiza la opresión de una manera diferente. Pienso en el Imperio romano, que no tenía la obsesión de imponer una religión, mientras que para el imperio español era fundamental hacerlo. Hoy, para los Estados-nación es fundamental la imposición de una lengua.

Ahí nace el gran mito de que un país debe tener una sola lengua.

… y hay muy poquitos en el mundo que tienen dos lenguas oficiales o de Estado. Es un mito que sostiene eso de que se tiene que hablar una sola lengua. Y ni siquiera es así porque en gran parte de Latinoamérica hay muchos Estados que nada más tienen una lengua, el español. En Colombia la lengua oficial no es el wayuunaki y en México no lo es el náhuatl; lo es la lengua de los colonizadores. Es bien interesante ver cómo el discurso independentista antiespañol dice: Odiamos a los españoles, pero al mismo tiempo queremos que se hable su lengua, todo por sostener el nacionalismo, que ha sido y es una justificación de mucho peso para sostener el monolingüismo. Lo paradójico es que no tienes que hacer nada para tener sociedades multilingües; simplemente pones a convivir las lenguas. Durante una gran parte de la historia de la humanidad, lo natural a muchas sociedades humanas fue el multilingüismo. En mi propia región hay todavía personas que hablan zapoteco, español y otras lenguas; eso es lo natural. Lo que sí es un esfuerzo coordinado es la imposición de una sola lengua. En nuestros países se ha gastado mucho presupuesto público en eso.

Usted nos hizo recordar que la lengua que hablamos incide en nuestra manera de habitar el mundo. Hay un posteo en redes en el que usted dice: “En mixe, azul y verde son solo tonos de un mismo color: tsujxk. Por eso solo puedo enunciar mi color favorito en mi lengua materna”. También cita como ejemplo el caso de una mujer chontal que no pudo ser atendida por un médico hispanoparlante pues ella no hablaba español, él no hablaba su lengua y no había un intérprete para asistirla.

Hay que ser conscientes de que los derechos lingüísticos vehiculan y habilitan los derechos humanos; no se puede una cosa sin la otra. Yo hablo de tres derechos humanos fundamentales. El primero es el derecho a la salud y a la vida, y sabemos que un aspecto importantísimo para el diagnóstico es la descripción de los síntomas. En los hospitales que hay en nuestros propios territorios no hay intérpretes ni un sistema de interpretación que permita que eso se haga bien. También ocurrió en los años ochenta y noventa en mi territorio, donde hubo muchos casos de esterilización forzada, pues cuando las mujeres daban a luz en el hospital se les hacían firmar “consentimientos” sin interpretación, sin traducción, para practicar procesos de esterilización o colocación de DIU. Pocas veces se les avisaba; ellas no sabían que había un DIU, que se les encarnaba y demás implicaciones. Yo tengo algunos primos que nacieron con el DIU insertado en el cuerpo. Hubo mucha violencia obstétrica. Si tú no garantizas los derechos lingüísticos no siempre puedes garantizar un derecho fundamental como la vida y la salud. También supe casos en Los Ángeles donde, por no garantizar los derechos lingüísticos, la dosis que habían entendido que tenían que administrar a un paciente no era la adecuada.

Usted menciona también el derecho fundamental al debido proceso y a la educación, relacionados con los derechos lingüísticos.

Si tú enfrentas un proceso judicial o penal, por ejemplo, sin conocer la lengua, nunca te enteras de tu juicio, de qué va; es como en la novela de Kafka. De por sí el lenguaje jurídico es bastante complicado, ahora imagínense en estos casos. En muchos países se ha documentado un gran porcentaje de personas indígenas hablantes que están en las cárceles y nunca tuvieron un intérprete. O el caso de la película La mujer de las estrellas y las montañas, que cuenta sobre una mujer rarámuri, Rita Patiño, que fue internada en un psiquiátrico en Estados Unidos porque pensaban que tenía problemas mentales, cuando en realidad no entendían su lengua. Ya sabemos de casos en Los Ángeles también en donde la policía da instrucciones o quiere detener a una persona, le habla en inglés o en español, esa persona habla otro lenguaje y termina siendo asesinada. ¡Se te va la vida! Otro derecho humano fundamental es la educación, pero pretenden que los niños y las niñas aprendan aritmética en una lengua que nadie les enseñó y piensan que los tontos son ellos, entonces no pueden gozar de ese derecho. Es como si llevaras a niños y niñas de Bogotá, de Santiago de Chile o de Caracas a la escuela y pretendieras enseñarles aritmética en ruso cuando nadie les ha enseñado ruso. Es fundamental la implicación política y de disfrute de derechos humanos que reside en los derechos lingüísticos. No podemos disfrutar derechos humanos fundamentales sin derechos lingüísticos.

Sin el respeto a los derechos lingüísticos se entra perdiendo en muchos aspectos.

Y en ciertos contextos, por ejemplo, en México, en donde hay muchos turistas angloparlantes, nos indigna que haya hospitales que han contratado a intérpretes de inglés antes de contratar a intérpretes de lenguas indígenas de nuestros territorios. Hay un asunto ahí de cómo se jerarquizan las lenguas.

Otro asunto que para nosotros fue un abrir de ojos es que usted explica cómo las lenguas que denominamos indígenas también son lenguas modernas.

Es bien interesante cómo se nos confina al pasado. Es claro que tenemos una larga tradición, pero somos personas del siglo XXI, estamos en este contexto, lidiando con todos los problemas de este contexto y nuestras lenguas se han ido adaptando. Por ejemplo, la palabra computadora no existió siempre en español. Igual que cualquier otra lengua, las nuestras se adaptan a nombrar y a hablar de aquello que llega, que es nuevo, y se innova dentro de nuestra propia tradición. Al mismo tiempo, en nuestra tradición de pensamiento, que está codificada en nuestras lenguas, a veces hay muchas respuestas a problemas profundamente contemporáneos como la emergencia climática. Creo que es importante abrevar de esa tradición. Recuerdo siempre una canción de Jarabe de Palo que dice: “En lo puro no hay futuro / La pureza está en la mezcla / en la mezcla de lo puro / que antes que puro fue mezcla”.

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Magalí Etchebarne